Aunoia

Cuándo me enteré de que mis padres eran personas

Recuerdo cuando era niño y pensaba que mis padres eran seres perfectos. Para mí, eran los héroes que siempre estaban ahí para ayudarme y protegerme en todo momento.
Y también recuerdo cuando, durante mi adolescencia, eran mis enemigos número uno.

Que solo buscaban controlarme e intentar que fuese como ellos.

Pero con el tiempo, empecé a darme cuenta de que mis padres también son seres humanos con sus propias imperfecciones y errores. Ni héroes ni villanos.

Creo que todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido una imagen idealizada de nuestros padres. Son esos seres superhéroes que están ahí para protegernos, amarnos y guiarnos por el camino correcto. Pero, ¿qué pasa cuando esa imagen se quiebra y te das cuenta de que tus padres también son seres humanos con defectos y errores?

Fue un proceso difícil y doloroso para mí, ya que la idea de que mis padres no fueran perfectos me resultaba difícil de aceptar. Había momentos en los que no podía entender por qué hacían lo que hacían, y en otras ocasiones, simplemente no me gustaba lo que hacían o decían.

No fue hasta que llegué a “la adultez” que empecé a ver a mis padres como individuos con sus propias historias y traumas, que habían moldeado su forma de ser y actuar.

A medida que fui creciendo, me di cuenta de que necesitaba separar mi propia identidad de la de mis padres, y que para hacerlo, tenía que aceptarlos como individuos. Esto significaba aceptarlos por lo que son, con sus propias fortalezas y debilidades, sin juzgarlos por ello.

A medida que fui procesando esta idea, me di cuenta de que también necesitaba liberarme emocionalmente de mis padres.

Necesitaba ser capaz de tomar mis propias decisiones, asumir mis propios riesgos y aceptar las consecuencias de mis acciones. También necesitaba dejar de depender emocionalmente de ellos para sentirme seguro o feliz.

Este proceso de emancipación emocional no fue fácil, pero fue necesario para mi propio bienestar emocional.

Aprendí a confiar en mí mismo y en mis propias decisiones, sin depender tanto de la aprobación de mis padres.

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