Aunoia

La experiencia de Elena con la ansiedad

Digamos que me llamo Elena.

Siempre he sido muy enfocada y exitosa en mi carrera. Desde pequeña, aprendí a luchar por mis metas y a esforzarme al máximo para alcanzarlas. Siempre he tenido altas expectativas de mí misma, y aunque esto me ha llevado a conseguir muchos logros, también ha traído consigo una presión constante por mantener un rendimiento impecable en todas las áreas de mi vida.

En los últimos meses, sin embargo, notaba algo muy extraño. Había empezado a experimentar una serie de emociones negativas que no puedo explicar. Me sentía ansiosa, triste y sin energía, y había perdido el interés en las cosas que antes me apasionaban. Me preocupaba que esta situación afectase mi rendimiento profesional y mi bienestar en general, pero no sabía cómo lidiar con estas emociones.

Después de algunas investigaciones y reflexiones, finalmente decidí buscar la ayuda de un psicólogo.

Al principio, me costo admitir que necesitaba apoyo, ya que siempre me he considerado una persona fuerte e independiente.

Sin embargo, comprendi que no hay nada de malo en buscar ayuda cuando la necesitas y que es un acto de valentia aceptar nuestras vulnerabilidades.

En mi primera sesión con el psicólogo, me sentí nerviosa y emocionada al mismo tiempo. 

Abrí mi corazón y compartí todas mis inquietudes. Fue un momento de introspección profunda en el que me di cuenta de que lo que estaba experimentando se llamaba ansiedad. Aunque al principio fue difícil aceptar esta realidad, también fue un alivio entender lo que estaba sucediendo en mi interior.

Desde entonces, he estado trabajando con el psicólogo para identificar las causas subyacentes de mi ansiedad y aprender a desarrollar habilidades para enfrentarla. Ha sido un proceso enriquecedor, pero también desafiante. He tenido que enfrentarme a mis miedos, enfrentar mis pensamientos negativos y aprender a manejar mis emociones de manera más saludable.

A lo largo de este camino, he aprendido a aceptar mis emociones y a no juzgarme por sentirlas. Comprendí que está bien sentirse triste o ansioso a veces, y que no hace de mí una persona débil. Aprendí a darme el permiso de ser humana, con mis altibajos emocionales, y eso me ha liberado de mucha presión y expectativas autoimpuestas.

El apoyo de mis seres queridos ha sido fundamental en mi recuperación. Al principio, me sentí abrumada al pedir su ayuda, pero su apoyo incondicional me dio fuerzas para seguir adelante. Hablar con ellos me hizo sentir comprendida y menos sola.

Si estás pasando por algo similar, no tengas miedo de buscar ayuda y apoyo. No estás solo en esto, siempre hay personas que se preocupan por ti y están dispuestas a ayudar. Pedir ayuda no te hace débil, al contrario, es un acto valiente de cuidado personal.

Recuerda que la recuperacion no es lineal, habra altibajos, pero lo importante es que te cuides y tomes el tiempo que necesitas para sanar. ¡No te desanimes, el camino hacia el bienestar vale la pena!

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