Aunoia

Si hay una queja que ha aumentado exponencialmente desde la aparición del coronavirus, y con este las medidas de sobra conocidas (cuarentenas, restricciones de movilidad, minimizar los contactos sociales, etc.), es el aislamiento y la soledad.

Vivimos una situación repentina que “amarga” a cualquiera, porque muchas de nuestras rutinas y planes han desaparecido de la noche a la mañana y nuestro contacto con el exterior cada vez se limita más a una pantalla, con clases online, teletrabajo y hasta quedadas a través del móvil o el ordenador.

Esta realidad ya era un problema antes del coronavirus, pero hoy es aún más importante que hace solo unos meses. 

Echando la vista atrás, antes del maldito 2020 nuestra sociedad ya había pasado de tejerse en pequeñas comunidades rurales con fuertes lazos sociales a fragmentarse conforme las ciudades crecían.

Nos vemos siempre rodeados de gente, pero es desconocida, desconectada de nosotros y cambiante. Esto que parece una obviedad es un hecho impensable hace solo un siglo, pero hoy en día podemos pasar la vida sin integrarnos en ninguna comunidad, sin conocer a nuestros vecinos, y sin apenas salir de casa mientras esperamos el próximo paquete de Amazon.

Sin embargo, sabemos que la importancia de los vínculos humanos es vital desde la infancia, cuando nuestros genes necesitan un contacto directo piel a piel, y cuando las relaciones físicas tienen un importante impacto en la personalidad futura.

En la sociedad actual, este vínculo directo entre familias es mucho más pobre que en las sociedades primitivas, algo que se perpetúa y traslada a la adultez.

chico pensativo

Los problemas de la soledad están bien documentados y van mucho más allá de la tristeza o la depresión.

La mortalidad global en las personas poco integradas es significativamente mayor: la soledad tiene un impacto global tan negativo sobre la salud como fumar o el sedentarismo. Todo esto sonará muy negativo, pero la buena noticia es que estamos a tiempo de prevenirlo y cambiarlo.

Aquí van algunas ideas para afrontar la soledad en tiempos de pandemia, pero sobre todo para que cuando esta situación pase (y esperemos que pronto) volvamos a valorar un poco más las relaciones cara a cara:

  • Teje redes de apoyo, encontrando tus tribus de referencia, y seleccionándola para que conecte con tus valores y motivaciones.
  • Aunque suene a tópico, siempre es recomendable evitar perder el contacto con nuestros familiares y amigos cercanos. Nuestro cerebro agradece vínculos estrechos con personas reales mucho antes que débiles conexiones con miles de amigos virtuales.
  • Organiza tu día de manera premeditada para crear momentos en los que poder dedicar tiempo de calidad a las personas significativas de tu vida. Muchas veces la excusa de la falta de tiempo no es realista: si dedicásemos el tiempo invertido en utilizar las redes sociales a una actividad conjunta podríamos estar una hora diaria o más tomando ese café pendiente, realizando ejercicio en grupo, etc.
  • Persigue objetivos grupales que merezcan la pena, con familia, amigos o comunidad. Un elemento relacionado con esto es ayudar y cuidar a otros, en causas sociales que te motiven. Ayudando a otros nos ayudamos a nosotros mismos.
  • Limita el uso de las redes sociales y evita la sobreinformación, eliminando gran parte de esto tendremos más tiempo para relaciones reales y no estaremos ni peor informados ni más desconectados, sino todo lo contrario.
  • Pasa más tiempo en la naturaleza, que es otro gran déficit tras meses de confinamientos y que nos puede ayudar a reconectar mucho mejor con los demás.
  • Por último, y relacionado con todo lo anterior, busca tu propósito. Esto que suena tan general es a la vez lo más relacionado con la soledad en sí. Tener un propósito ilusionante es como un motor y da más sentido a los vínculos y a las relaciones.

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